viernes, 16 de enero de 2015

Un destino - Capítulo 1.

  Siempre hay un comienzo.

   Todo ser vive en su propia burbuja, un mundo en el que conoce lo que le rodea. Colores, aromas, emociones vividas. Caminamos por un sendero formado a partir de nuestras propias decisiones tomadas día a día, pero, ¿qué harías si descubrieras que el tuyo ya estaba preestablecido mucho antes de que nacieras?
    Mi nombre es Selina. Soy de un pequeño pueblo al sur de Francia, un lugar tranquilo y bastante rústico del que he soñado salir desde que era una cría.  Vivía con mis padres adoptivos desde antes de tener conciencia propia. En lo que a mí respecta, son simplemente mis padres. Digo "vivía", porque desde ayer ha dejado de ser mi hogar. 
     Veinticuatro horas antes, me levanté de la cama con intención de ir a estudiar a la biblioteca, pues pronto serían los exámenes de acceso a la Universidad. Unas calles antes de la entrada, me topé con unos compañeros de clase un tanto diferentes. Eran los clásicos compañeros que se dedican a hacer la vida imposible a aquellos que consideran más débiles, y a pesar de que siempre había tratado de evitarlos, algo extraño en ellos hizo que parara en mi camino. Estaban más agresivos de lo normal, parecía que buscarán algo en concreto entre las pertenencias de aquellos chicos. Veinticuatro horas antes yo era una chica normal, con las preocupaciones propias de la gente de mi edad, no muy atlética, y con un coeficiente intelectual dentro de la media, nunca habría imaginado que entre tanta gente, sería yo la que defendería a esos chicos.
     Utilicé mi maleta para golpear al que parecía ser el más fuerte de todos, el libro de Biología hizo el trabajo duro por mí y este cayó al suelo. Dos posibilidades rondaban mi cabeza, que sus amigos lo ayudaran a incorporarse, o que fueran a por mí directamente. En lugar de eso, me miraron inmóviles durante unos segundos que parecieron eternos. n escalofrío recorrió mi cuerpo hasta que reaccionan y empiezan a caminar en mi dirección. Eché a correr lo más rápido que mis delgadas piernas me permitían, pero sabía que cada vez estaban más cerca. Gotas de sudor se deslizaban por mi frente, sabía que no sería capaz de soportar mucho más. Pestañeé fuertemente y una luz traspasó mis párpados. Cuando volví a abrir los ojos, estaba en casa, frente a mis padres. No sabía cómo había llegado allí, pero ellos me esperaban.
     - Selina, cariño, algo ha ocurrido, debes irte... - Me dijo mi madre a la vez que me daba un papel con una dirección y una maleta.
     Esas fueron las últimas palabras que le escuche decir, y así comenzó mi viaje. Por fin había salido de aquel pequeño pueblo que me tenía confinada, pero nunca imaginé el camino que me aguardaba...

CONTINUARÁ...

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